A los participantes en la búsquedad de piezas inicialmente los llamamos "furtivos". Cuando han encontrado diez piezas diferentes, se convierten en "adicthimos".
La motivación principal es aprender a ver, a mirar con más atención cada detalle que nos rodea, a disfrutar más del entorno. El “adicthimo” aprende a desarrollar sus sentidos, discierne, estudia, piensa y descifra las pistas para localizar las piezas, que serán suyas como recompensa a su esfuerzo, sin pagar un centavo.
El “adicthimo” se mete de lleno en el mundo del arte sin darse cuenta y en breve tiempo se convierte en coleccionista de arte, y empieza a llamarle la atención el arte en sus demás manifestaciones.
El coleccionista de las piezas del Arte Furtivo las guarda y exhibe con orgullo, y en ese afán del día a día, interactúa con otros participantes fomentando el "fair play" o juego limpio, la solidaridad y la amistad como uno de los aportes más importantes de este "juego".
Se ha demostrado al cabo de estos diez años y por estudios de antropólogos como Pauline Kulstad, que el Arte Furtivo se convierte en una filosofía de vida que hace de la amistad y la solidaridad un eje importante para la relación. Con frecuencia estos grupos unen a sus integrantes en la búsqueda de cada pieza nueva que se anuncia.
A medida que crece, el Arte Furtivo se materializa como un movimiento lleno de seguidores y persigue la innovación, que con cada pieza o movimiento del grupo, con cada tecnología nueva - teléfonos inteligentes, manejo de GPS, brújulas, drones, material infrarojo, fotografía submarina, etc., cobra más fuerza y vida, manteniéndose en constante renovación.